BUENOS AIRES - Taricco resiste. Y con él todo un barrio de la Ciudad Buenos Aires, el de la Paternal, que lucha desde hace al menos veinte años por reabrir el histórico cine-teatro. Algo que forma parte de la memoria de la presencia italiana en esta zona de la ciudad, incluida en la Comuna 15 desde 2007 junto a Chacarita, Villa Crespo, Villa Ortúzar, Agronomía y Parque Chas.

El barrio Paternal celebra este año 120 años de su fundación. Su territorio también alberga la sede de Argentinos Juniors, el primer equipo en el que jugó Diego Armando Maradona.

“Yo llamo al barrio La Gran Paternal –dice Norberto Zanzi, que lidera el comité para la reapertura de Taricco–. Porque todos se reconocen en él y quieren pertenecer a él. Todo el mundo dice 'soy de Paternal' incluso si, técnicamente, son de Caballito o de Villa General Mitre, a pocas cuadras de distancia”.

Norberto Zanzi nos recibe en la biblioteca popular Florencio Sánchez (más conocida por su antiguo nombre, Juan María Becciu), en Pasaje Granada 1660, una calle angosta de casas bajas a unos pasos de las dos avenidas principales del barrio: Avenida San Martín y Juan B. Justo.

No es una biblioteca estatal sino una iniciativa popular gestionada por una comisión directiva de vecinos. “Tenemos 30 mil volúmenes para préstamo y consulta, una sala de lectura con conexión a Internet y un pequeño jardín de plantas aromáticas en la terraza”, dice Norberto Zanzi.

Él también es descendiente de inmigrantes, de Como concretamente. “Mi abuelo paterno nació en Italia y aquí en Buenos Aires se casó con una prima del mismo apellido”, revela. Tanto es así que en los documentos figuraba como “Zanzi de Zanzi”.

La historia de Taricco está ligada a la inmigración italiana. El primer propietario fue Luis Taricco, que tenía una heladería y amaba el cine y el teatro, tanto que organizaba proyecciones de películas en su casa.

“Luego en 1920 compró el terreno: dos lotes en la Avenida San Martín y uno, en forma de L, en Nicasio Oroño –explica Norberto Zanzi–. Allí hizo construir el edificio que, según informes oficiales, en la actualidad está milagrosamente en buen estado y utilizable”.

Entre 1920 y 1970 el Taricco funcionó como cine-teatro.

“Entre una película y la otra había un número musical en directo, como estaba de moda en aquella época”, explica Zanzi. En el teatro también actuaron artistas de la talla de Carlos Gardel (en 1932, tres años antes de su muerte en un accidente aéreo en Colombia), Tita Merello, Luis Sandrini, Tito Lusiardo y las hermanas Legrand. Tenía mil asientos y estaba abierto desde el mediodía hasta la medianoche.

“Por la mañana, en cambio, era prestado a las escuelas de la zona para ceremonias públicas –continúa Zanzi–. Había ocho cines en la zona, pero el Taricco tenía algo especial”.

Las personas mayores aún recuerdan a Luciano, el acomodador. Otros cuentan que algunos distribuían folletos publicitarios a cambio de la entrada gratuita al espectáculo. Y muchos niños, aún sin haber vivido aquella época, cuentan anécdotas que escucharon de sus abuelos.

En 1970 se transformó en supermercado, desde 1990 está abandonado y fue puesto en venta por los actuales propietarios, siete socios, pero nadie ha presentado ofertas. “Ha resistido durante 30 años –afirma Zanzi–. No se puede alquilar, no se puede vender, nadie lo ha ocupado”. Como si estuviera protegido por un hechizo.

“Nosotros pedimos que la Ciudad de Buenos Aires lo expropie y lo ceda a asociaciones culturales para que lo revivan –explica Norberto–. Una sala con mil asientos no tiene mucho sentido hoy en día. Pero los espacios internos se pueden dividir y readaptar. Puede utilizarse para la formación de jóvenes, para enseñarles un oficio: una inversión en salud mental y seguridad. Para el gobierno de la ciudad puede parecer solo un lugar físico, pero nosotros que conocemos el barrio vemos todo su potencial”.

Sin embargo, en 2004 la Legislatura lo declaró “Lugar de interés cultural por su valor simbólico para el barrio de la Paternal”, como lo recuerda una placa que aún hoy se encuentra en la fachada del edificio.

También en 2004 se aprobó una ley de expropiación y también se asignaron fondos para cubrir los gastos. “Pero luego no se hizo nada –recuerda Norberto– Entonces los plazos expiraron y la ley caducó. No lo sabíamos en ese entonces, pero ahora sabemos más del tema y mantenemos las fechas bajo control”.

Los intentos posteriores, sin embargo, no dieron mejores resultados. Son siete proyectos de ley de expropiación presentados sucesivamente. “Pero no nos rendimos –dice Norberto–. Se han perdido demasiados pedazos de la memoria de este barrio”. La confitería Fierro, que hoy está cerrada. La gran tienda Hidalgo Solá, que dio paso a una estación de servicio.

“Taricco no puede acabar de la misma manera –repite Norberto–. Es parte de la historia del barrio, de los recuerdos que se transmiten en las familias. Taricco es parte de nuestra vida”.