BUENOS AIRES – Vuelve la Semana de la Cocina Italiana en el Mundo, del 16 al 22 de noviembre. La edición de este año, la novena, tiene como tema Dieta mediterránea y cocina de raíces: salud y tradición.
En el centro, la conexión entre tres elementos fundamentales. Dieta mediterránea, sinónimo de alimentación sana y de calidad. La salud, como estilo de vida correcto y saludable. Tradición, el hilo rojo que acompaña la cocina italiana en todo el mundo.
El evento fue presentado en el Círculo Italiano de Buenos Aires, con la presencia del embajador Fabrizio Lucentini, Débora Rajtman (directora de Festivales y Noches Culturales del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), el cónsul Carmelo Barbera, Giuliana Gentile (vicedirectora del Instituto Italiano de Cultura) y Gianni Loreti (director de la Agencia Italiana de Comercio Exterior).
El evento se centra en la promoción de recetas y productos agroalimentarios típicos de las diferentes regiones italianas, en la sostenibilidad social y ambiental de los procesos de producción, en las innovaciones tecnológicas de los profesionales italianos y en los valores de calidad, inclusión y colaboración que distinguen a Italia.
“El 19% del PIB italiano se compone de productos agroalimentarios y las exportaciones de nuestros productos alcanzan un volumen de negocios de 62 millones de euros”, afirma Lucentini.
Son más de sesenta iniciativas organizadas en toda la Argentina.
En Buenos Aires, el 16 de noviembre, en la Usina del Arte, tendrá lugar una feria de productos gastronómicos de 12 a 19 h. “Será el clásico mercato italiano –promete Gianni Loreti–. El público en general podrá probar los productos típicos, llegados directamente desde Italia con las marcas DOP e IGP”.
DOP (Denominación de Origen Protegida) e IGP (Indicación Geográfica Protegida) son dos certificaciones europeas que garantizan el vínculo entre un alimento y el territorio y la elaboración según especificaciones que combinan tradición con seguridad alimentaria). Por ejemplo, el Parmigiano Reggiano DOP es un queso que no solo tiene ciertas características en sabor y preparación, sino que solo puede ser elaborado en Emilia Romagna.
“En la feria, comerciantes y dueños de locales gastronómicos encontrarán también productores e importadores de especialidades gastronómicas de Italia, creando así nuevos contactos y oportunidades comerciales”, añade Loreti.
Para Débora Rajtman, la Usina del Arte es la sede casi natural de la feria-mercado. “En ese kugar, de hecho, estaba la sede de la Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad, impulsora del desarrollo de la ciudad en el siglo XX”, explica.
La entrada es gratuita y entre todos los visitantes se sortearán dos cursos de italiano en el Instituto Cultural Italiano y diez entradas para espectáculos en el Teatro Coliseo.
También en Buenos Aires, el 17 de noviembre se ofrecerá un almuerzo solidario a los pobres de la Comunidad de Sant'Egidio, el grupo cristiano de base nacido en la parroquia romana del mismo nombre y que desde allí se ha expandido por el mundo. La fecha elegida también tiene un valor simbólico porque corresponde a la Jornada Mundial de los Pobres.
Los días 15, 16 y 23 de noviembre se proyectarán documentales sobre la relación entre cultura y comida, comisariados por el Instituto Cultural Italiano.
Además, habrá un taller sobre alimentación saludable, impartido por dos nutricionistas del Hospital Italiano, para los niños del colegio italiano Cristoforo Colombo, menús temáticos especiales en los restaurantes italianos de Buenos Aires asociados al grupo Baci (Buenos Aires Cocineros Italianos), encuentros e intercambios virtuales entre chefs italianos y argentinos,
La programación completa, con más de sesenta eventos en toda Argentina (y no solo en la Ciudad de Buenos Aires), se puede consultar de manera online.
Surge una interrogante: ¿qué define realmente la cocina italiana? ¿Se elabora exclusivamente con ingredientes originarios de Italia? ¿Se siguen al pie de la letra las recetas tradicionales? ¿Solo los italianos pueden cocinarla? Y, por último, ¿cómo se concilia un posible “purismo” con las adaptaciones que, en los países de la diáspora migratoria, se han introducido para ajustarse a la disponibilidad local de ingredientes?
“Hablar de cocina italiana hoy no es lo mismo que en los años cincuenta, y mucho menos en el siglo XIX –afirma el embajador Lucentini– . Para mí, es la conexión con el territorio lo que lo define”.
Gianni Loreti, también gracias a su papel institucional de defensor de las marcas italianas en el mundo, no tiene dudas. “Son platos elaborados con productos italianos DOP e IGP”, afirma perentoriamente.
“La lucha contra la falsificación es importante”, afirma el cónsul Carmelo Barbera. Y a este punto el pensamiento se dirige de inmediato hacia el conflicto internacional entre Italia y Alemania, por ejemplo, por el uso engañoso de la palabra parmesan en los paquetes de queso, que no tiene nada que ver con el Parmigiano Reggiano. “Pero la cocina italiana –añade Solomonic– tiene que ver para todos con las recetas de las abuelas, vehículo de fuertes factores identitarios”.
Sin embargo, la identidad también es un concepto poroso y no monolítico. Modificable, negociable, multifactorial. En continua evolución. Como la comida, como el sabor, como una receta que cruza el océano en la valija de un inmigrante.