BUENOS AIRES – El helado es uno de los productos italianos más queridos. ¿Cómo imaginar un mundo sin este postre?

En la diáspora de la posguerra, los heladeros italianos llevaron su saber hacer a todos los rincones del planeta, pero fue en Argentina donde, gracias a la calidad de la leche, el helado encontró margen para mejorar su fórmula.

La industria heladera local es tan fuerte que, a pesar de la crisis económica que afecta al país, según análisis de mercado, la oferta de helados aumentó significativamente en 2023 y la demanda de productos del sector premium y artesanal (elaborados con las más altas calidad) se encuentra en crecimiento.

Con tantas opciones nuevas, corresponde hacerse una pregunta: ¿cómo saber si una heladería produce helados realmente buenos?

“Un buen sambayón es el resultado de una selección de materias primas de excelente calidad. Incluso la consistencia del dulce de leche, que debe ser cremoso, indica el uso de buenos ingredientes”, explica, como toda una experta, Aldana Pregatti.

Aldana se ocupa de las relaciones públicas y la comunicación de Starosta, una empresa de ingredientes para helados, donde trabaja junto a su padre Aldo, su hermano Ivo y su madre Carmen Nelly Gelasitano, nieta de calabreses.

La historia de esta familia en Argentina comenzó después de la guerra, cuando los bisabuelos de Aldana llegaron al país procedentes de la ciudad de Pavía, en Lombardía. Aquí se dedicaron a su profesión de heladeros, y su hijo Francesco, abuelo de Aldana, continuó la tradición, abriendo la heladería Venus en Villa Luro.

Desgraciadamente el local cerró sus puertas en 1994 y su nieta nunca los vio trabajando detrás del mostrador, pero creció escuchando las historias de su abuelo y guarda la placa del negocio en su habitación.

Aldana cuenta que a su abuelo “le encantaba todo el proceso artesanal de elaboración del helado. Siempre me dijo que para él era un momento de introspección que lo relajaba”.

Entre las mil historias que le encantaba que le contaran, una es la del verano en el que las cigarras se metieron en la batidora y obligaron a su abuelo a tirar una tanda entera de chocolate (¡un pecado mortal!).  

Luego llegó el turno de su padre Aldo. Había aprendido el oficio y, con tan solo veintiún años, inició su propio negocio de distribución de productos helados a nivel nacional. En la década del noventa fue el primero en importar las mezclas de la empresa italiana Fabbri, marca famosa por su crema de cerezas amarena y por los clásicos tarros de cerámica con motivos azules, presentes en los mostradores de las heladerías de todo el mundo.

Sin duda, el helado corre por las venas de los Pregatti. Nunca se aburrieron del producto. En 2019 tomaron las riendas de la marca Starosta y la relanzaron, con una nueva línea completa de materias primas para la producción.

Para Aldana este trabajo es una verdadera vocación, además porque le gusta mucho el helado. Hacerlo (o verlo hecho), ¡pero sobre todo consumirlo! Sus sabores favoritos son el chocolate, el pistacho y el tiramisú, y su heladería favorita es la de su infancia: Heladería Italia en el barrio Villa del Parque.

Recuerda que cuando era pequeña su papá la llevaba a trabajar los sábados, cuando tenía que atender a los clientes en las heladerías de la ciudad.

“Una vez visitamos ocho heladerías en un solo día. Había comido tanto helado que no pude probar el último en mi lugar favorito. Creo que fue mi récord, siete helados en un día", recuerda divertida, y afirma que -a pesar de vivir rodeada de cremas de diversos sabores- nunca se cansó del postre.

En 2018 realizó un viaje a Italia con toda la familia, durante el cual confiesa haber comido helado todos los días (al menos tiene la excusa del deber profesional). Su favorito era el de una pequeña heladería artesanal en el Lago de Como.

También visitaron Caulonia (Reggio Calabria), lugar de origen de sus abuelos calabreses.

“Fue muy conmovedor visitar la casa donde creció mi abuela e imaginar cómo fue su infancia allí. La habían enviado sola a Argentina, con apenas once años. Una experiencia muy dura”, afirma Aldana, consciente de haber vivido una infancia que quizás sea el sueño de muchos niños.