BUENOS AIRES – En los últimos días, el nombre de la empresa Tanti Auguri y la cara de Lautaro se vieron por todas partes. La historia de esta pyme familiar dedicada a las decoraciones navideñas, que atraviesa tres generaciones, nacida con los abuelos italianos y continuada hoy en Argentina, explotó en redes y terminó en entrevistas de TV.
Lautaro Marchi, que lleva adelante la fábrica junto a sus primos, se volvió viral como símbolo de las dificultades que atraviesan los productores locales ante la reapertura de importaciones y la competencia de artículos de bajo costo provenientes de China.
Aunque advierte que la viralidad llegó “un poco tarde” —porque en otro momento hubiera tenido más impacto— igual le sirvió como impulso. “Esta exposición fue positiva”, asegura. “El objetivo es seguir, hacer crecer la marca y aprovechar cada espacio”. Comercialmente, la visibilidad también suma, porque buena parte de sus ventas están fuera de las grandes ciudades, en provincias, a través de mayoristas.
“Creo que esto está sembrando algo para que el año que viene sea mejor”, confía Lautaro. El balance del último año fue muy negativo, con riesgo concreto de cierre. Él lo cuenta sin vueltas: “Para no cerrar, tuvimos que reducir costos y tomar decisiones durísimas: recortar horas de trabajo y, con enorme tristeza, hacer despidos”.
Lautaro evita hablar de “recursos humanos”: se refiere a personas que acompañan el proyecto desde hace años. “Trabajamos con dos familias, además de la nuestra, que arrancaron con nosotros desde la primera máquina que se instaló”, dice.
La segunda generación ya está metida en el oficio, y también hay un trabajador cercano a la jubilación al que quisieran acompañar hasta el final de su recorrido en la empresa. “Ahora, como te decía, somos solo tres empleados, más Nicolás, mi socio, y yo, Lautaro. Estamos acá metiéndole, peleándola”.
Cuenta que lo que los mantuvo abiertos —y hoy les está dando aire— fueron iniciativas muy visibles en la zona, como el parque navideño del municipio donde trabajan, que define como “muy positivo” porque “abrió puertas” y generó nuevas oportunidades, entre ellas seguir fabricando árboles gigantes, que por su tamaño no se importan.
Entre esos proyectos está el trabajo para el centro comercial Nuevo Quilmes Plaza, una decoración que salió tan bien que la volvieron a hacer y la ampliaron. “Estamos fabricando un árbol gigante de cinco metros, muy lindo, que vamos a instalar este 8 de diciembre”, dice orgulloso.
La otra novedad es que el shopping les cedió un local: por primera vez tienen un punto de venta al público. “Estamos aprendiendo de esta experiencia de tener contacto directo con los consumidores, con la gente… y es hermoso”.
Las emociones que despiertan las fiestas son, para él, lo que hace distinto a este trabajo. “La Navidad es mágica. Sobre todo para los chicos, y es gracias a ellos y por ellos que esto sigue en pie, porque los chicos aman la Navidad”.
Pero la magia convive con la economía. La llegada masiva de productos chinos y la presión sobre los precios siguen siendo un obstáculo difícil. Lautaro, de todos modos, no se desanima y reconoce que la aparición de nuevos artículos reaviva el interés de la gente por la decoración navideña. Pero no siempre es una buena noticia para el productor local.
Hay productos con los que directamente no pueden competir. “Hay cosas con las que no podemos pelear”. Para no quedar afuera, también se asociaron con un importador y empezaron a revender algunos artículos. “En este contexto tenés que estar preparado y abierto a las dos cosas: importar y, a la vez, hacer trabajar tus máquinas al máximo, ofreciendo la mejor calidad y el mejor precio a tus clientes”.
Tanti Auguri es una empresa con un nombre festivo, liviano, pero que hoy representa una realidad pesada y compartida por muchas otras pymes. Una fábrica de Navidad que no quiere bajar la persiana y que, con Lautaro al frente, se prepara para brindar por un año nuevo mejor, lleno de incertidumbre pero con una determinación indiscutible.