BUENOS AIRES –La Sfogliatella” no es sólo uno de los símbolos de la pastelería italiana (más bien, napolitana). 

También es un blog creado por cuatro jóvenes ítalo-argentinos que decidieron reunirse para hablar sobre la comunidad de manera online y a través de redes sociales como Instagram y Facebook .   

Y eligieron este nombre porque sugiere una asociación inmediata con Italia sin ser banal y porque este postre está hecho de masa de hojaldre, que recuerda a las hojas de papel de diario. Y en parte porque la identidad de cada uno de nosotros está formada por diferentes capas, que se acumulan las unas sobre las otras determinando lo que somos hoy. 

Los fundadores son Marina Artese Grillo de Buenos Aires, Francisco Zazzu de Mar del Plata (en la provincia de Buenos Aires) -pero actualmente residente en Cerdeña, la tierra de sus abuelos-, Chiara Forni de Posadas (Misiones) y Angelo Bettini de Córdoba. 

“El hecho de vivir en diferentes lugares nos permite hablar acerca de la colectividad en toda Argentina y no sólo en la que reside en la capital del país –dice Marina, profesora de literatura en una escuela secundaria y bibliotecaria apasionada por la escritura y la lectura–. Cada uno aporta lo que sabe hacer". Chiara es periodista, Angelo es tecnólogo de alimentos y escribe sobre cocina, Francesco se ocupa del marketing. 

El blog está activo desde septiembre de 2023 y pretende ser una publicación creada por ítalo-argentinos para ítalo-argentinos con el objetivo de conversar acerca de las iniciativas jóvenes de la comunidad y dar espacio a las nuevas generaciones. 

Una de estas iniciativas es el taller de cocina participativa A Tavola!  en Posadas, donde los participantes se reúnen para cocinar juntos platos tradicionales italianos.  

El lanzamiento de "La Sfogliatella" en Instagram. 

“Los jóvenes están ahí, incluso en los círculos históricos, pero les cuesta emerger y encontrar espacios –afirma Marina–. El problema es común a todas las comunidades y crea tensión entre las viejas y las nuevas generaciones". 

La tentación de fundar una asociación propia -en lugar de reclamar lugares a los que se tiene el derecho de acceder- conlleva el riesgo de crear muchas realidades débiles, nacidas de una disputa, por resentimiento, más que como respuesta a una necesidad. Mientras estos chicos y chicas quieren encontrar su lugar dentro de las asociaciones históricas, a las que pertenecieron sus padres y abuelas y en las que ellos también se reconocen. 

“Yo, por ejemplo, formo parte del comité directivo de la secretaría de juventud de la Asociación Calabresa de Buenos Aires”, explica Marina. 

No podía ser de otra manera, con tres abuelos nacidos en Calabria y uno de origen calabrés nacido en Argentina. 

“Toda la rama paterna es de Crotone, la materna es de Soriano Calabro, en la provincia de Vibo Valentia”, dice, desgranando una serie de platos típicos que aún hoy preparan en casa sus abuelos. Embutidos como la 'nduia, la longaniza ("con semillas de hinojo, imposibles de encontrar", dice) y la sopressata. Y los crustoli (postre típico navideño).   

“Mis abuelos hablan dialecto de Calabria –explica Marina–. En 2014 fui a Calabria, para conocer el pueblo de mi abuela, Soriano. Ese viaje marcó un antes y un después: visité los pequeños pueblos de la zona, la iglesia con la estatua de la santa de la que deriva mi nombre". 

Descubrió que el dialecto ya no es el mismo que se habla en su casa. La cultura evoluciona y cambia continuamente y también lo hacen los idiomas. 

Una experiencia que aportó a su labor como docente. 

“En mi escuela imparto un curso extraescolar de italiano y siempre invito a mis alumnos a descubrir los orígenes de su familia –afirma–. Muchos no saben nada de la historia de sus abuelos y bisabuelos. Una pena". 

No conocer nuestro pasado es como perder una parte de nuestro presente. O uno de los ingredientes de una sfogliatella