BUENOS AIRES – De empresa familiar a grupo internacional, Tormene supo crecer sin perder su esencia emprendedora.

Dirigida por los hermanos Alvise y Filippo Tormene, tiene su sede central en Italia y opera a nivel global. Aunque sus unidades de producción están en China e India, la empresa también tiene una fuerte presencia en América Latina, especialmente en Argentina, Brasil, Perú, México y Colombia.

En la actualidad es uno de los principales proveedores para la producción y distribución de GNL (gas natural licuado, altamente demandado), dentro del sector de Ingeniería, Procura y Construcción (EPC, por sus siglas en inglés), un esquema que abarca desde la planificación hasta la ejecución de grandes proyectos.

“Nuestra historia está íntimamente ligada a la evolución del uso del gas natural –cuenta Alvise Tormene, que visita de manera regular la sede en Buenos Aires–. Es una fuente energética única, ya que necesita múltiples transformaciones antes de poder ser utilizada”.

De hecho, el GNL se extrae en estado gaseoso, luego se licúa para ser transportado por gasoductos y finalmente se regasifica para inyectarse en las redes que llevan energía a hogares, fábricas y centrales eléctricas. Según el uso, debe regularse a distintas presiones. Ahí entra en juego la tecnología desarrollada por Tormene.

“El gas debe ser depurado, calentado, medido y comprimido con gran precisión –explica Alvise–. La seguridad es clave en nuestro rubro, y por eso aplicamos una estrategia de cercanía: estamos junto a nuestros clientes en todo el mundo”.

En Perú, por ejemplo, la empresa participó en la construcción de más del 80% de las estaciones de regulación y medición de gas.

Alvise Tormene en las oficinas de Buenos Aires.

La relación entre Tormene y América Latina se remonta a la posguerra. “Mi padre llegó a Argentina en 1959 para trabajar en plantas de compresión destinadas a cementeras”, cuenta Alvise, en referencia a los proyectos en Deán Funes y Monte Leña, en la provincia de Córdoba.

“Luego, en 1996, empecé a trabajar junto a Daniel Setaro, nuestro socio local y presidente de Tormene Americana: ya son casi treinta años de actividad ininterrumpida en el país”, agrega.

El gas natural es hoy el combustible más usado para generar electricidad, y se espera que su consumo siga creciendo en las próximas décadas. Al mismo tiempo, cumple un rol estratégico en la transición hacia energías renovables.

Gas natural, un puente hacia el futuro energético

No solo la historia de la empresa está profundamente conectada con el desarrollo industrial de América Latina, sino que sus planes futuros también se apoyan en sus filiales locales, con cuatro líneas estratégicas que combinan innovación tecnológica y sustentabilidad ambiental.

“Nuestra familia controla el 85% de la compañía, y el 15% restante está en manos de socios internacionales y directivos que forman parte de nuestro holding. Queremos que se sientan parte, que se pongan la camiseta del equipo, como se dice en Argentina”, afirma Alvise.

El gas natural cumple un papel clave en esta visión: “Es un recurso muy interesante porque es el único que puede servir de puente entre los combustibles fósiles tradicionales y las fuentes renovables”.

Uno de los sectores que más está creciendo es el del hidrógeno, que se perfila como una alternativa para el transporte de larga distancia (camiones, colectivos, aviones), mientras que en las ciudades se prevé una transición progresiva hacia vehículos eléctricos.

También las industrias de alto consumo energético, como las cementeras, seguirán requiriendo procesos de combustión, para los cuales el hidrógeno representa una opción sostenible.

Las distribuidoras de gas, cuyo mayor activo son las redes de caños subterráneos, están buscando reducir su impacto ambiental aprovechando esa infraestructura. Una de las soluciones que se está implementando es la inyección de hidrógeno en el gas natural, lo que permite descarbonizar progresivamente el sistema sin tener que reconvertir toda la red.

“El hidrógeno es una molécula mucho más pequeña y liviana que el metano, lo que genera dos consecuencias: puede escaparse con mayor facilidad de las tuberías y tiende a separarse de la mezcla con el tiempo”, explica Alvise.

Sin embargo, hasta un 20% de hidrógeno puede mezclarse con el gas natural sin requerir modificaciones importantes en la red ni en los artefactos del hogar, incluidas las cocinas.

Para asegurar una mezcla homogénea y estable, Tormene patentó un mezclador que, mediante un vórtice generado con un modelo matemático preciso, permite distribuir bien el hidrógeno.

Otro desafío que presentan las energías renovables es su dependencia del clima: el sol y el viento no producen de manera constante. El hidrógeno, si se usa para almacenar energía en los momentos de mayor generación, puede compensar esos baches y garantizar continuidad.

“Una central eólica, por ejemplo, puede operar al 80% de su capacidad en ciertos momentos y solo al 10% en otros. El hidrógeno sirve para cubrir esa diferencia”, comenta Alvise.

Especializada en plantas para alimentar centrales eléctricas, Tormene está desarrollando módulos replicables para producir hidrógeno mediante electrólisis. “Enviamos a los clientes el stack, que es el corazón del sistema, y construimos la planta directamente donde se necesita. Esto es clave, porque hacer un gasoducto puede llevar años”.

La electrólisis es una tecnología antigua –ya conocida en el siglo XIX– que hoy se está renovando gracias a materiales innovadores que hacen el proceso más eficiente. En su centro de desarrollo tecnológico en el norte de Italia, Tormene está diseñando un electrolizador avanzado, con tres patentes registradas sobre materiales y control electrónico.

Laboratorios de la Fundación Bruno Kessler de Trento.

Al mismo tiempo, la empresa colabora con la Fundación Bruno Kessler de Trento en proyectos de investigación sobre materiales nanoestructurados y películas delgadas, con el objetivo de desarrollar nuevos procesos de conversión energética de alta eficiencia.

Biogás y CO₂: hacia una economía circular de la energía

El biogás es otro pilar de la estrategia a largo plazo de Tormene. Producido a partir de residuos agrícolas, representa una solución energética sustentable para países como India, Brasil y Argentina.

La empresa patentó una tecnología para separar el CO₂ (dióxido de carbono) del biogás, paso necesario para obtener un combustible utilizable.

Pero no alcanza con capturar el CO₂: también es necesario reutilizarlo. Por ejemplo, combinándolo con hidrógeno para obtener gas natural sintético. En este campo, Tormene está desarrollando una tecnología existente pero aún poco explotada, abriendo camino a nuevas plantas capaces de cerrar el ciclo del carbono.

Un futuro sustentable, también en Argentina

“Argentina tiene un gran potencial para el desarrollo de energías renovables –afirma Alvise–. El norte del país ofrece una irradiación solar excepcional, mientras que el sur es ideal para la energía eólica”, destaca.

Después de treinta años de presencia en el país –entre crisis económicas, booms y recesiones– la empresa sigue apostando a la Argentina, convencida de que la innovación y la sustentabilidad son claves para el futuro energético.

La compañía propone soluciones escalables, como plantas de 30 megavatios que pueden instalarse directamente donde se necesita energía, alimentando centrales aisladas sin necesidad de grandes inversiones en infraestructura.

Aunque el mercado del hidrógeno todavía está en una etapa incipiente, Tormene ve una gran oportunidad en la escasez de proveedores a nivel mundial.

“Como suele pasar con las nuevas tecnologías, el comienzo es lento, pero el crecimiento será rápido. Y nosotros queremos estar preparados”.