Combinar turismo, la búsqueda de un contacto con nuestros orígenes y la sostenibilidad medioambiental. Esa es la filosofía del turismo de raíces, una nueva forma de viajar que el Estado italiano ha decidido promover con una serie de iniciativas financiadas con fondos del PNRR (Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia) post-Covid que se desarrollarán en 2024. No en vano, será el “Año de las raíces italianas”.

Como afirma la ministra de Turismo italiana, Daniela Santanché, este tipo de viajes “representan un vínculo especial entre los italianos en el extranjero y sus lugares de origen, ofreciendo la oportunidad de visitar y experimentar espacios, paisajes, ciudades y pueblos de sus antepasados, para redescubrir o crear conexiones profundas con la cultura y la historia de nuestra nación".

El potencial de este segmento turístico es muy alto: 60 millones de personas y la generación de unos 8.000 millones de euros.

Es también una oportunidad económica y cultural para que las asociaciones de italianos en el extranjero puedan promover una forma de viajar menos frenética y con un impacto medioambiental menor que el turismo de masas.

De hecho, el turismo de raíces ofrece una hospitalidad difusa más que los hoteles de grandes cadenas, itinerarios alternativos para descubrir pequeños pueblos, contacto con los habitantes de la zona para aprender sobre cocina, música, danzas y tradiciones.

Y, sobre todo, la posibilidad de visitar el pueblo o ciudad de origen familiar y quizás conocer por primera vez familiares italianos o amigos de infancia de padres y abuelos.

“La palabra clave para esta nueva forma de viajar es la experiencia”, afirma Alberto Renzi, consultor y experto en turismo sostenible que realizó una conferencia sobre estos temas en el marco del ciclo de encuentros Italia ¿qué tal? organizado por la Agencia Consular de Morón en colaboración con las universidades e instituciones educativas de la zona.

Experiencia y autenticidad son, por lo tanto, las bases del turismo de raíces.

Aprender a cocinar platos típicos de la zona, en lugar de simplemente comerlos en restaurantes, ser huéspedes de una familia local en lugar de alojarse en un hotel, visitar iglesias y museos, pero también pequeños negocios como fincas agrícolas. Y utilizar medios de transporte “verdes” (bicicletas, trenes locales, realizar caminatas o andar a caballo) en lugar de autobuses o automóviles privados.

El turismo de raíces tiene entonces un valor añadido. Poder vivir esta experiencia más allá de lo pintoresco o lo folklórico, releer la propia historia, remendar hilos rotos, regresar al lugar donde alguien, muchos años antes, decidió dejarlo todo para asegurar un futuro mejor a su familia.

Se trata de una manera "amable" de viajar, perfectamente en sintonía con el tema de la sostenibilidad, tema subyacente de la Semana de la Lengua Italiana en el Mundo. De hecho, los ecosistemas y las ciudades de arte no pueden resistir por mucho tiempo los grandes flujos que genera el turismo de masas.

“El turismo en Italia y en Europa se está desacelerando –afirma Alberto Renzi–. En algunas zonas los visitantes no están permitidos".

Es el caso de Venecia, cuyos habitantes ya no quieren turistas y las autoridades decidieron cobrar una especie de tasa de entrada para regular la cantidad de personas que visitan el lugar. Roma y Florencia tienen los mismos problemas.

De esta forma el turismo de raíz puede descongestionar estas zonas, creando itinerarios alternativos. Y beneficiar económicamente a lugares menos conocidos, pero igualmente ricos en arte, naturaleza y cultura. Probablemente sin repetir los errores del pasado, pero con miras a un desarrollo sostenible, cuyas ganancias permanezcan en el territorio y se distribuyan equitativamente.