CÓRDOBA – Si el ius sanguinis fuera una persona, sin dudas sería Matías Muzzolon. Cordobés de nacimiento pero italiano de sangre. “Cien por ciento –bromea, aunque con orgullo–. Mis ocho bisabuelos nacieron en Italia, pero en diferentes regiones”. Algo que es un poco la esencia del Estado italiano: unitario, pero con una gran variedad de dialectos, cocinas, paisajes, culturas.
Matías menciona uno a uno a sus bisabuelos. No los conoció pero sabe de ellos. Llegaron al país buscando fortuna y terminaron escribiendola historia de su familia.
Por el lado paterno están Augusto Muzzolon y Silvia Beggio (del Véneto) y Giacomo Ghirardotto y Matilde Actis (piamonteses). Por parte materno, Augusto Matelica y Maria Cimarelli de Las Marcas y Luis Gallo y Julia Fiandino del Piamonte. Luego los abuelos paternos, Américo Muzzolon y Margarita Ghirardotto, y los maternos, Italo Matelica y Gertrudis Gallo. Son ellos quienes llevaron a cabo una primera hibridación entre el Véneto, Piamonte y Las Marcas. Finalmente sus padres, Eduardo y Elcira.
Matías estudió kinesiología, tiene una maestría en Administración de Empresas y tiene su propia empresa de formación y educación en estilos de vida saludables (Estudio Sens), donde se organizan cursos de Pilates y otras disciplinas.
Es consultor de la región del Véneto para el Comité de asociaciones venecianas en Argentina (CAVA), con un mandato que se renueva cada cinco años y que para él expirará a finales de 2024. Su trabajo consiste en mantener las relaciones entre la comunidad en Argentina y la región, proponer proyectos culturales y señalar posibilidades de colaboración.
“El consultor no forma parte de la comisión gestora del CAVA para evitar un conflicto de intereses”, explica.
Si la vida de Matías fuera un guión, el llamado punto de inflexión se daría durante la infancia, como en la estructura más clásica de las fábulas.
Un día la nonna Margarita, fallecida hace pocos días, a los 101 años (“activa y muy lúcida hasta el final, quisiera vivir como ella”, la recuerda su nieto), le muestra las cartas que intercambiaba el bisabuelo Augusto con sus hermanos que permanecieron en Italia. “Quedé fascinado –afirma–. Fue como nacer por segunda vez. Tomar conciencia de mis orígenes, de forma intuitiva, con la ingenuidad de un chico”.
Matías decide acercarse a Aveco, la asociación de los venecianos de Córdoba. Tuvo la oportunidad de hacer un “viaje de raíces” en 2011. “Fui el primero de mi familia en poder regresar a Italia –dice–. Visité la ciudad natal de mi abuelo Muzzolon, Colonia Veneta, entre Verona y Vicenza”.
En 2016 realizó un segundo viaje, esta vez como joven representante de la comunidad veneciana en Argentina.

Un brindis entre familiares y amigos en Venecia, durante el viaje de 2016.
“Pude conocer a mis parientes, ver las cartas escritas por mi abuelo –dice emocionado–. Fue, literalmente, un viaje de “ida”: mi corazón se quedó allí. Vi, a 14 mil kilómetros de distancia, gente haciendo los mismos gestos con los que yo crecí, los gestos de mis abuelos y mis padres. Somos personas del Véneto que vivimos en otros lugares”.
Por eso, afirma, es muy importante que la región mantenga el presupuesto para permitir estos intercambios y que el encuentro anual del Consejo de personas del Véneto en el mundo se celebre de forma presencial. “La gente necesita reunirse en contextos significativos”, explica.
Ahora le toca a la generación de Matías transmitir a los más jóvenes el vínculo con sus raíces y la pasión por su cultura de origen. “No tengo hijos, pero le inculco la italianidad a Amelie, mi ahijada que tiene siete años –asegura–. Le recomiendo libros en italiano y le hablo de mi abuela Margarita”. Y es que el mérito de todo esto también es suyo.