BUENOS AIRES - Entre los ritos sociales más apreciados de Italia, seguramente está el aperitivo. Una oportunidad para relajarse y encontrarse con otras personas, que coincide con el mejor momento del día, cuando termina la jornada laboral y comienza el atardecer, cada vez más común también en otros países.
Aunque el consumo de alcohol se encuentra en disminución a nivel global, los aperitivos italianos, con su inconfundible encanto y sabor, ganan cada vez más popularidad en todo el mundo.
Campari Group, que incluye muchísimas otras marcas italianas como Aperol, Cinzano y Cynar, pero no solo, es uno de los principales actores de esta industria que “exporta” la experiencia del aperitivo italiano, presente en 190 países, entre ellos Argentina.
En 2024, la empresa organizó un evento exclusivo para el lanzamiento de la nueva botella de Campari, que rinde homenaje al duomo de Milán, ciudad natal de la marca, en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, que para la ocasión se iluminó de rojo.
La noche contó con la participación de celebridades locales y figuras destacadas de la cultura, quienes no dejaron pasar la oportunidad de disfrutar del tradicional aperitivo milanés.
Quien se ocupa de transmitir la identidad italiana, tan característica de la marca, al público argentino es Dinora Mazzeo, una joven ítalo-argentina cuya historia de vida, transcurrida entre ambos lados del océano, la convierte en la persona ideal para este cometido.
Hace cuatro años que forma parte del Grupo Campari, donde trabaja como ejecutiva de cuentas en marketing on-premise, es decir, todo lo relacionado con la visualización de la marca en los puntos de venta para el consumo directo, como bares, restaurantes y locales donde las bebidas se sirven a los clientes.
Además de la organización de eventos promocionales, también gestiona toda la comunicación que ocurre en estos lugares, desde el contenido para las redes sociales hasta la gráfica de los menús, e incluso la forma en que se presenta el producto.
“Son los detalles los que definen la experiencia para el cliente”, explica Dinora, que también se asegura de que los bartenders preparen el aperitivo de la manera correcta. Y subraya: “Son los pequeños gestos, como pasar la cáscara de los cítricos por el borde del vaso, los que hacen el ‘perfect serve’, una ejecución perfecta del cóctel. Para esto, el Grupo Campari también cuenta con una academia para formar a los bartenders”.
Un perfeccionismo que lleva a casa, donde le gusta recibir amigos y familia con el clásico aperitivo italiano. Confiesa que su cóctel preferido es el Aperol Sour, que se hace añadiendo jarabe de azúcar y jugo de limón al aperitivo veneciano.
Dinora nació en Buenos Aires pero vivió durante mucho tiempo en el norte de Italia. Sus abuelos emigraron a Argentina en los años cincuenta. Por parte de padre, ambos eran calabreses de Pannaconi, una pequeña aldea cerca de Tropea (hoy en la provincia de Vibo Valentia). La abuela también era calabresa, pero de la pequeña localidad de Spilinga (Vibo Valentia).
El abuelo materno, en cambio, emigró de Roma, la gran capital, para escapar de los recuerdos de la guerra que lo marcó especialmente. Ya fallecido, sus relatos permanecen en la memoria de la nieta con afecto, pero también con mucha responsabilidad. Para ella, las historias de esa infancia vivida en la guerra son un testimonio valioso para el presente.
“Caminar por las calles de Roma es una experiencia muy especial para mí. Siempre pienso en mi abuelo, que de adulto aún llevaba en su espalda las cicatrices de las esquirlas de una bomba que explotó cerca de él”, recuerda Dinora.
El abuelo paterno, quien nunca conoció, también había sufrido la brutalidad de la guerra. “Lo llamaron a la conscripción y luego cayó prisionero en Holanda, dado por desaparecido por la familia. Siempre contaba a mi padre que cuando regresó a casa y tocó la puerta, su propia madre no lo reconoció, de lo deteriorado que estaba”.
Todas estas historias crearon en Dinora un gran respeto por la paz como valor y por los esfuerzos que su familia hizo para seguir adelante. “La resiliencia es una característica que nos define: mis padres también enfrentaron situaciones muy difíciles, pero supieron superarlas”, dice Dinora, quien se mudó con ellos a Italia después de la crisis económica de 2001, que los golpeó duramente, arruinando todos sus ahorros.
Partiendo de cero, sus padres lograron establecerse en Monza, donde reconstruyeron una nueva vida. Ella en ese entonces tenía doce años, pero enseguida se sintió a gusto en el nuevo país. Que no era del todo nuevo: en el fondo, le resultaba familiar, a pesar de la dificultad de aprender el idioma. Tuvo que estudiar italiano durante todo el verano para ingresar preparada al inicio del nuevo año escolar, que en Italia comienza en septiembre.
El vínculo con Argentina, sin embargo, resistió el paso del tiempo, gracias también a las frecuentes visitas al resto de la familia que se quedó en Buenos Aires. Fue así como Dinora continuó en contacto con sus compañeros de escuela argentinos y, a través de ellos, conoció a su marido.
Regresó a Argentina en 2008 junto a su hermana y ambas estudiaron en la universidad, mientras que sus padres permanecieron en Italia y regresaron hace poco. Dinora luego regresó por un largo período al norte de Italia, donde trabajó en la industria farmacéutica suiza.
Después decidió establecerse definitivamente en Argentina, donde tuvo dos hijos y donde se siente a gusto. Además, su trabajo con el Grupo Campari le permite mantenerse en contacto con algunos aspectos culturales de Italia.
Con el corazón dividido a la mitad, no descarta la posibilidad de cruzar nuevamente el océano. “En este momento, en Argentina me encuentro en una buena situación, personal y laboral, pero me gusta mucho la vida en Italia, quizás algún día volvamos”, reflexiona.