BUENOS AIRES – “Todo gracias a la abuela Natalina”. Ariel Santillán no tiene dudas cuando habla de cómo nació la idea de su negocio.

BuePizzaTour, itinerarios gastronómicos a bordo de una camioneta entre las pizzerías “históricas” de Buenos Aires, parte de un recuerdo de la infancia. Ariel y su hermano, aún niños, acompañaban a su abuela de compras en el barrio Once. La tarde terminaba con una porción de pizza en el Banchero de Once, un local histórico que en 2015 cerró sus puertas.

“En 2007, nos pusimos a hablar de nuestras pizzerías favoritas con nuestros amigos de siempre –Ariel aún recuerda–. Cada uno tenía la suya, que quizás los demás nunca habían probado. Fue entonces cuando pensé que sería bueno organizar un tour de pizza y visitarlos todos poco a poco”.

Entonces Ariel comienza a informarse y reflexionar sobre la viabilidad del proyecto. Creeaun logo y una marca comercial y los registra. Pero pasan los años y la idea no se materializa.

Luego viene la pandemia. Y es precisamente a finales de 2020, cuando -una vez superado el confinamiento- los grupos de amigos comienzan a juntarse de nuevo, cuando Ariel decide intentarlo.

“Mi padre había fallecido hacía poco –recuerda–. Mamá me sugiere que me quede con su coche para las tareas cotidianas y venda el mío, más nuevo, y compre una combi. Tuve el apoyo de toda la familia: mi hermano, mi esposa…”.

Y por supuesto de su nonna, Natalina Rago, que el pasado 25 de diciembre cumplió 90 años (de ahí su nombre), emigró de Genzano di Lucania (Potenza) en 1945, para reunirse con su novio, José Lepore, que ya se encontraba en Argentina.

“Se casaron antes a través de un poder, a distancia. Ella todavía estaba en Italia, él estaba en Buenos Aires –cuenta Ariel–. Luego la siguieron sus hermanas y sus padres”.

Los inicios de PizzaTour no fueron sencillos. Porque una cosa es el proyecto y otra la implementación práctica.

La idea es llevar a grupos de amigos amantes de la pizza por Buenos Aires. Pero en lugar de limitarse a un solo lugar, hay tres paradas, para poder probar una ración en cada pizzería visitada.

Los asistentes comen en la furgoneta, adaptada a tal efecto con una pequeña mesa. “Teníamos que solucionar el problema de la estabilidad de platos y vasos cuando el coche estaba en movimiento –explica Ariel–. Usamos unos de aluminio, que son irrompibles. Y los fijamos al tablero con imanes. De lo contrario, en cada curva tenía que gritar para que agarran todo y evitaran que se cayera”.

Hoy cuatro recorridos diferentes están disponibles en otras tantas zonas de Buenos Aires: 1-Microcentro (con las pizzerías Güerrín, Las Cuartetas, El Cuartito), 2-Chacarita y Villa Ortuzar (Angelín, La Mezzetta, Imperio), 3-San Telmo y La Boca (Banchero, Los Campeones, Pirilo), 4-Mataderos y Liniers (José Devoto, Cedrón, El Fortín).

El precio es de 21 mil pesos por persona (para grupos de seis personas) e incluye transporte de una pizzería a otra, tres porciones de muzzarella (similar a la margherita italiana), tres bebidas, juegos de mesa y karaoke. El precio aumenta si no se alcanza el número total de seis participantes y si se desea una pizza diferente.

Sin embargo, siempre es “pizza argentina”. No porque a Ariel no le guste la napolitana tradicional. “Pero la pizza al estilo argentino ya está dividida en porciones, que además son generosas”, explica.

“Intento no aumentar el precio, al menos mientras mantenga un margen de beneficio –afirma Ariel–. Vivo de esto, pero también soy consciente de las dificultades que atraviesan muchas familias. No me interesa 'causar sensación', sino fidelizar a los clientes y hacer que vuelvan”.