BUENOS AIRES – La historia del vino en Argentina es una historia de mujeres y es una historia italiana. Quien la relata es María Josefina Cerutti, periodista gastronómica y enóloga, escritora, socióloga de la inmigración italiana, descendiente de una familia de enólogos piamonteses odres.

Cerutti es también autora del libro Ni ebrias ni dormidas (Editorial Planeta) sobre el papel de la mujer en el mundo del vino.

Y sobre eso hablará el 9 de septiembre en un encuentro online organizado por la CIAEE (Centro Italo-Argentino de Altos Estudios de la Universidad de Buenos Aires) titulado Vino: el legado italiano.

“Ya en el siglo XVIII, en Mendoza, había una producción de vino que se encontraba enteramente en manos de mujeres –cuenta–. Los hombres trabajaban como carreteros entre Mendoza y Santiago del Estero y permanecían lejos por mucho tiempo. Esposas, hermanas e hijas se dedicaron a oficios más sedentarios. La más famosa de ellas fue Melchora Lemos, que nació en 1961, propietaria de viñedos y bodegas.

“Siempre fueron las mujeres las que produjeron de terracota o de cuero (antiguos recipientes para almacenar vino)–continúa–. Los barriles todavía no existían”. El vino era embotellado en Buenos Aires (las empresas estaban ubicadas en la zona del municipio vecino de San Martín) hasta 1983, cuando en Argentina se aprobó la ley de embotellado en origen.

"Entre finales del siglo XIX y principios del XX llegaron los italianos, entre ellos mi bisabuelo piamontés –dice la escritora–. Y las mujeres fueron marginadas".

Los italianos, que inicialmente alquilaban terrenos para trabajar la tierra, con el tiempo se convirtieron en propietarios de la tierra. En Mendoza pero también en San Juan, Salta y La Rioja.

"Las mujeres siguieron trabajando, por supuesto, pero como recolectoras" –añade Cerutti–. Así aparecían retratadas en las etiquetas de las botellas, que tenían nombres que recordaban las regiones italianas". Como máximo, podrían aspirar al papel de “reinas de la vendimia”, elegidas entre las chicas “más bellas”.

En la década del ‘90, una nueva generación de enólogos italianos comenzó a producir vino en la zona de Mendoza, donde encontraron paisajes históricos y una cultura vitivinícola que llevaba siglos en la zona.

Entre ellos está el toscano Alberto Antonini, de la bodega Altos Las Hormigas, que elabora un Malbec que incluso se exporta a Italia.

El rol preponderante de las mujeres también está resurgiendo: ese es el caso de Gabriela Furlotti, propietaria de la Finca Adalgisa, en Chacras de Coria, con viñedos de Malbéc de 150 años y métodos de producción sustentables.

Con una especificidad: “Los vinos italianos y franceses son vinos locales –explica Cerutti–. Por ejemplo, con una sola variedad de uva también se producen Sangiovese, Chianti y Brunello. Por el contrario, en Argentina prevalece en mayor medida la cepa Malbec, independientemente de la zona de cultivo”.

Foto: La escritora y periodista ítalo-argentina María Josefina Cerutti.

En los ‘90 también se fundó la Escuela Argentina de Sommeliers, nuevamente gracias a una mujer de origen italiano: Marina Beltrame, que hoy es la sommelier más famosa del país.

“Con mi labor de divulgación me gustaría hacer entender que el vino no es un ‘perfume’ –dice María Josefina–. Está hecho para comer, para salir de fiesta, no para usar dos gotas”.

Para ella, que no recuerda ningún día de su vida en el que no haya bebido vino ("probablemente más que Coca-Cola"), esta bebida le permite construir a su alrededor "sabores que son saberes".

Y continúa: “El sabor amargo tan extendido en la cocina italiana, el de la alcachofa, el cardo, la achicoria de Treviso, está ligado a los taninos, también presentes en el vino. Mientras que la cocina local argentina prefiere los ingredientes dulces: batata, maíz, calabaza…”.

En definitiva, los gustos son una construcción cultural. Pero Cerutti está segura de una cosa: "Si el vino es bueno, también lo es la comida".