BOLONIA – Vuelve a las pantallas Zecchino d'Oro, que desde 1959 une a boomers y millennials, que por una vez no se avergüenzan unos de otros, sino que se entienden perfectamente y cantan juntos las mismas canciones.
Lo Zecchino, de 67 años bien llevados, sigue ganándose un espacio en la programación de la RAI y será transmitido en América Latina por Il Globo TV el 1 de diciembre (a las 17:15 h de Buenos Aires, Montevideo y San Pablo).
Estarán sus presentadores (del histórico Cino Tortorella, alias Mago Zurlì, al actual Carlo Conti, con un largo interregno de Maria Luisa Ruta y otros), pero no la fórmula del programa, creado en torno al Piccolo Coro dell'Antoniano di Bolonia, fundada en 1963 por Mariele Ventre y hoy dirigida por su discípula Sabrina Simoni.
El Antoniano, llamado así porque se encuentra junto a la iglesia de S. Antonio en Bolonia, es un instituto creado por frailes franciscanos para promover la música, la cultura, el arte y la solidaridad entre niños y adultos.
En la edición de 2024 competirán 14 canciones, interpretadas por 19 niños de once regiones.
Como nos recuerda el presentador Carlo Conti, “la canción gana y no el niño”. Pero del Piccolo Coro surgió el talento de Cristina D'Avena, que en 1968, cuando tenías apenas de tres años y medio, cantó como solista Il waltz del moscerino y luego se convirtió en la intérprete de los temas musicales de los dibujos animados difundidos por Mediaset en los años 1980, desde Los Pitufos hasta Ojo de Gato y desde Dolce Memole hasta Kiss Me Licia.
El programa también contará con numerosos invitados: los Ricchi y Poveri, Lino Banfi, Bianca Guaccero (que en la actualidad está presente en Bailando con las estrellas en Rai 1) y el inevitable Topo Gigio, un títere de teatro negro creado por Maria Perego en 1958 y muy famoso también en América Latina.
¿A qué se debe la longevidad de una fórmula que supera todas las modas?
En primer lugar, permite a los niños cantar canciones escritas para ellos. Canciones que respetan su vocalidad y que, en cuanto a contenido, hablan del mundo de los jóvenes y de sus experiencias emocionales. En definitiva, a diferencia de la mayoría de los concursos de talentos, en los que se pide a los más jóvenes que se identifiquen con canciones sobre el amor de los adultos, las crisis de la mediana edad y las relaciones conflictivas.
El problema, en todo caso, es encontrar letras y música que no sean triviales. Porque es cierto que los niños no tienen la riqueza de experiencias de un adulto, pero son capaces de captar muy bien el significado profundo de una canción, de interpretar una atmósfera, ya sea seria o lúdica. No es casualidad que, desde Sveglia birichina hasta Popoff, desde Gugù hasta Il crocodile come fa, cada generación haya tenido su canción manifiesto.
Los textos, a pesar de su aparente ingenuidad, fueron capaces de abordar cuestiones actuales entre líneas. En cierto sentido, con las canciones del Zecchino d'Oro se puede escribir la historia de las costumbres y recorrer los grandes fenómenos sociales que han afectado a Italia.
Los éxitos de Zecchino también fueron capaces de capturar (y a menudo anticipar) lo aquello “revolucionario” que estaba sucediendo en la sociedad.
Los 44 gatti, en plena rebelión del '68, se unen contra el dueño del edificio que quiere desalojarlos y organizan una ocupación del lugar. Cocco & Drilli, desde 1974, se oponen a la caza de especies exóticas mucho antes del nacimiento del ambientalismo y de las leyes de protección. El torero Camomillo dice basta a la corrida española y su crueldad, acaricia al toro y lo calma, en lugar de matarlo.
En tiempos más recientes, la canción Le tagliatelle di nonna Pina ofrece la oportunidad de reflexionar sobre los ajetreados días de los niños de hoy, que, entre el colegio y las actividades de la tarde, se ven presionados hasta el punto de tener que recurrir a un plato de tallarines cocinados por su abuela y “mangiate calde col ragú” para “llenarse de energía”.
No solo eso. Gracias a la vocación misionera de los frailes Antoniano, entre los solistas del festival había jóvenes de otras nacionalidades (cantando en su lengua materna), cuando Italia aún no era un país multiétnico y no existía el término “intercultura”.
La eterna juventud de Zecchino, con su capacidad de adaptarse a los tiempos, sin distorsionarse, queda demostrada por el hecho de que una canción como Le tagliatelle di nonna Pina fue utilizada durante años en el programa de cocina Rai La prova del cuoco, mientras Popoff fue interpretado en L'Aquila, un año después del terremoto de 2009, por la soprano Cecilia Gasdìa, para celebrar el renacimiento de la ciudad.
Porque lo que es bueno para los niños y los adolescentes también lo es para los adultos. Aunque no siempre ocurre lo contrario.