BUENOS AIRES – En los últimos años, la idea de museo de arte cambió de manera radical. Ya no son lugares silenciosos de contemplación ni depósitos del pasado, sino espacios vivos y dinámicos, capaces de generar nuevos proyectos, ideas y comunidades.
Hoy los museos contemporáneos se conciben como laboratorios sociales y culturales, donde el arte no solo se exhibe, sino que también se produce, se debate y se entrelaza con la vida de las ciudades y de sus habitantes. Con este espíritu se realizaron recientemente en Buenos Aires dos eventos significativos, unidos por la reflexión sobre el rol social y transformador de los museos.
La semana pasada, en el marco de la Jornada del Contemporáneo promovida por Amaci –Asociación de Museos de Arte Contemporáneo Italianos–, Fundación Proa recibió una conferencia de Lorenzo Balbi, director del MAMbo –Museo de Arte Moderno de Bolonia–. Balbi presentó el proyecto “La nueva fábrica del pan”, nacido durante la pandemia como una reflexión sobre el papel del museo en la sociedad contemporánea.
“Cuando llegó el confinamiento –recordó Balbi– recibimos un comunicado que nos obligaba a cerrar porque no éramos una actividad esencial. Fue un golpe bajo: nos dimos cuenta de que el arte no era considerado una parte fundamental de la vida”.
A partir de esa conciencia surgió la necesidad de repensar la función misma del museo: dejar de ser un archivo o una vidriera, para transformarse en una antena capaz de captar y amplificar lo que ocurre en su entorno, un lugar donde la cultura se genera y se renueva.
Las exposiciones del MAMbo fueron entonces desmanteladas temporalmente y la gran Sala delle Ciminiere –antiguamente un horno municipal– se convirtió en el espacio de trabajo de doce artistas que, a pesar de las restricciones, siguieron creando. “De esta manera –contó Balbi– no cerramos las puertas. Permitimos que quienes no tenían taller pudieran seguir produciendo arte, manteniendo viva la conexión con la ciudad”.
El experimento se anunció simbólicamente con una “fumata” desde las chimeneas del museo, un gesto poético y provocador para decirle a la ciudadanía que dentro de esas paredes se estaba “fabricando” algo nuevo: ideas, visiones, futuro.
“Los museos cambian la vida de las ciudades, la vida de las personas”, afirmó Alicia de Arteaga, crítica de arte y periodista argentina, invitada de honor a la Cena del Lunes del 6 de octubre en el Círculo Italiano de Buenos Aires, en el marco de la Jornada de los Museos de Buenos Aires. Sus palabras, que resuenan con la experiencia de Balbi, destacan el poder regenerador que estas instituciones ejercen sobre el tejido urbano y social.
El ejemplo más conocido es el de Bilbao, renacida gracias al Guggenheim. “El año de su inauguración –recordó– fue la ciudad más visitada de Europa”. Pero también el Centro Pompidou de París –diseñado por el italiano Renzo Piano junto con Richard Rogers– nació de una visión similar: “Querían construir un museo que fuera una fábrica de arte, un lugar abierto, vivo, con una plaza donde los ciudadanos pudieran encontrarse”.
En Buenos Aires, Arteaga mencionó entre los casos emblemáticos al Malba, hoy el museo más visitado y prestigioso de la ciudad. “Es un museo privado, gestionado por un equipo que apuesta a la calidad y resguarda la mejor colección de arte moderno latinoamericano del mundo”, explicó. Fundado por el empresario y mecenas Eduardo Costantini –quien hace pocos días invirtió más de 127 millones de dólares para un nuevo proyecto en el barrio de Palermo–, el Malba representa un modelo de visión y compromiso cultural.
“Costantini es un visionario –dijo Arteaga– construyó una colección seleccionando las obras más significativas de cada época y movimiento, un conjunto que hoy sería imposible de replicar”. El “Tarsilia” del Malba, adquirido por un millón y medio de dólares, hoy vale al menos sesenta. También la nueva sede del Malba en el complejo residencial de Nordelta es una apuesta de Costantini que busca desarrollar y valorizar la zona.
En este diálogo entre Europa y América Latina, entre Bolonia y Buenos Aires, emerge una misma certeza: los museos no son lugares del pasado, sino talleres del presente, espacios de libertad creativa y ciudadanía activa. Al igual que en la “nueva fábrica del pan” de Balbi, los museos siguen horneando cada día la materia viva del arte y de la sociedad.