BUENOS AIRESDiamanti, la última película de Ferzan Özpetek, inauguró la undécima edición de la Semana del Cine Italiano en Buenos Aires, que tuvo lugar hasta el 16 de abril en el Village Recoleta.

La película cuenta la historia de un grupo de mujeres que, en los años 70, trabajan en un taller de vestuario teatral y cinematográfico en Roma. Las historias profesionales se entrelazan con las personales, el drama con la comedia, la sororidad con la rivalidad.

Actúan en el film varias de las musas del director: desde Luisa Ranieri y Lunetta Savino, hasta Jasmine Trinca, Milena Vukotic, Elena Sofia Ricci y Nicole Grimaudo, entre muchas otras. Se suman también nuevas incorporaciones como Vanessa Scalera (la “Imma Tataranni” de la televisión), Geppi Cucciari, Milena Mancini, Sara Bosi y Mara Venier.

“Llamé a todas mis actrices, pero algunas, como Margherita Buy, estaban ocupadas con otros proyectos, así que las reemplacé –cuenta con total naturalidad–. Por ejemplo, Vanessa Scalera es maravillosa y la descubrí con esta película. La conocía de la tele, pero nunca habíamos trabajado juntas. Mara Venier es amiga mía y nos divertimos mucho haciendo algo juntas”.

Se integraron perfectamente en esta gran familia extendida que es el mundo cinematográfico de Ferzan.

Se nota la ausencia de Serra Yilmaz. “Estaba ocupada, y tampoco había un papel que le calzara justo –continúa–. No es obligatorio llamar siempre a las mismas personas, y además últimamente la dirigí en teatro”, aclara, en referencia a Magnifica Presenza, una obra escrita por él mismo que actualmente está de gira en Italia.

Hay un tema recurrente en las historias de Özpetek: la comunidad de amigos, que conforman una especie de familia elegida. Es un poco también el comienzo de Diamanti: un almuerzo en el jardín, con las actrices sentadas alrededor de una mesa repleta, convocadas por Ferzan para hablar del proyecto de la película.

Afiche de Diamanti, escrita y dirigida por Ferzan Özpetek.

“Yo siempre hago las películas así –explica–. Se escribe una primera versión del guión, se juntan los actores y actrices elegidos, se leen las escenas y, en base a lo que surge, reescribo el guión. Esa es mi forma habitual de trabajar”.

Y ese es el sentido de la primera escena. “Me gustaba la idea de mostrar a una actriz tal como se presenta normalmente –destaca–. Y de repente verla transformada por el maquillaje y el vestuario, con peluca, con una actitud corporal distinta... eso me divierte mucho”.

Esa familia extendida de amigos también aparece en sus tramas, como en El hada ignorante o Saturno en contra, y muchas veces reemplaza a la familia biológica.

“En realidad, no creo que haya una diferencia enorme entre la familia tradicional y la familia que uno se arma –afirma–. Las dos pueden ser buenas o malas. Cuando hice El hada ignorante decía que la familia se elegía, pero tampoco es del todo cierto: al final depende de con quién te llevás bien, con quién querés estar. No tengo por qué estar cerca de un hermano o una hermana solo porque compartimos un lazo de sangre, y a veces pasa que los amigos, con los años, se convierten en algo distinto”.

Pensando también en las comunidades migrantes (Ferzan llegó a Roma desde Turquía en 1977 para estudiar cine), uno se arma un grupo de referencia y apoyo mutuo en el lugar al que llega, justamente porque la familia está lejos.

“Tampoco creo que haya una regla para eso”, dice. Y recuerda su experiencia personal: “Tuve suerte –comenta–. Llegué a Roma con la ayuda económica de mi papá, a diferencia de muchos migrantes que vienen empujados por la necesidad. Ellos muchas veces son usados como chivo expiatorio o como pantalla para desviar la atención de otros problemas”.

Eso no quiere decir que minimice los problemas reales. “Si los migrantes no encuentran un lugar que los reciba, una sociedad que los acepte, trabajo, relaciones fuertes, terminan alimentando la marginalidad y la ilegalidad –señala–. Y si veo que están vendiendo droga en la puerta de mi casa, me enojo. No porque sean extranjeros, sino porque están vendiendo droga”.

¿Qué vínculo hay entre el Özpetek de los comienzos, el de Hamam, el baño turco o Harem Suaré, y el que ahora cuenta historias italianas? “No creo en la nacionalidad de una película –responde con seguridad–. Creo en los sentimientos, en el momento de la vida en que un proyecto se sitúa”.

Diamanti está dedicada a tres actrices ya fallecidas: Monica Vitti, Mariangela Melato y Virna Lisi. Tres íconos del cine con las que Ferzan nunca trabajó, pero que de alguna manera dejaron su huella en su vida.

“Monica Vitti, después del éxito de Hamam, el baño turco, mi primera película, me dijo que iba a hacer cosas muy buenas –recuerda el director–. Había pensado en Virna para un papel, pero finalmente elegí a otra actriz que me parecía más adecuada. Ella no se enojó, pero no volvimos a trabajar juntos. Mariangela me había pedido que la tuviera en cuenta, pero cuando por fin tenía un personaje para ofrecerle, ya estaba muy enferma y me dijo que no podía trabajar más”.

Ellas son los “diamantes” del cine italiano. Pero también lo son los personajes femeninos de la película que participa de la muestra en Buenos Aires. Porque se forman bajo presión, y porque son fuertes. “No son duras, son resistentes –aclara Ferzan–. No es lo mismo. El diamante es una piedra que resiste muchas cosas. Como las mujeres”.

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