BUENOS AIRES - La Patagonia argentina enfrenta una crisis ambiental tras el avance de incendios forestales que, hasta la fecha, consumieron más de 13.000 hectáreas de bosques, matorrales y pastizales. 

Los focos activos se concentran en la provincia de Chubut -específicamente en Epuyén y Atilio Viglione- y en el Parque Nacional Nahuel Huapi, que abarca territorios de Río Negro y Neuquén. Las llamas no solo amenazan la biodiversidad, sino también a poblaciones locales, con viviendas afectadas y condiciones meteorológicas que complican las labores de contención.

En Atilio Viglione, donde el incendio comenzó hace siete días, las llamas arrasaron más de 2.500 hectáreas, según datos oficiales. Mientras tanto, en Epuyén, el fuego —que inició el 15 de enero— ya supera las 5.000 hectáreas destruidas y alcanzó a 70 viviendas. Autoridades locales y brigadistas trabajan sin pausa para proteger áreas residenciales y recursos naturales, aunque la geografía y la dispersión de los focos dificultan el acceso terrestre.

El Parque Nacional Nahuel Huapi, ícono natural del sur argentino, reportó más de 6.000 hectáreas afectadas. En un comunicado reciente, la administración del parque alertó sobre un “panorama complejo” agravado por el “ingreso de un frente frío con vientos de 30 a 40 km/h y ráfagas de 50 a 70 km/h que intensificó la actividad del fuego en varios sectores”. Además, advirtieron que las “condiciones meteorológicas que se esperan esta semana, con altas temperaturas y baja humedad, podrían incrementar la actividad del fuego”.

Frente a este escenario, las tareas de mitigación van a contrarreloj. En Nahuel Huapi, el operativo -activo desde fines de diciembre- priorizó la protección de zonas clave como Cascada Los Alerces, Laguna Quetro y Los Manzanos. Según el comunicado institucional, “el trabajo estratégico desplegado en el combate del incendio, considerando la complejidad del terreno, la dispersión de focos, la dificultad de acceso de las brigadas, y las variaciones meteorológicas de calor y viento, ha dado resultados positivos hasta el momento”, al evitar que el fuego afecte a poblaciones y reduzca su avance en áreas críticas.

En sectores inaccesibles, helicópteros y aviones realizan “lanzamientos de agua de medios aéreos”, una medida clave para contener las llamas. No obstante, los desafíos persisten: la combinación de vegetación seca, temperaturas elevadas y vientos erráticos crea un cóctel peligroso. Las autoridades instan a la población a evitar actividades que puedan generar nuevos focos y piden colaboración para evacuar zonas de riesgo.

Más allá de las cifras, el incendio deja un rastro de desolación: ecosistemas únicos reducidos a cenizas, fauna desplazada y comunidades que ven peligrar su sustento. En Epuyén, decenas de familias enfrentan pérdidas materiales, mientras equipos de emergencia evalúan daños y brindan asistencia.