BUENOS AIRES – “El Holocausto no es un hecho anclado en el pasado, sino una fuente de lecciones para nuestro presente”, pronunció Rosa Rotemberg, sobreviviente del campo de concentración, durante la ceremonia por el Día de la Memoria de las víctimas del Holocausto, en el Museo del Holocausto de Buenos Aires.
¿Cuál es el sentido de estas iniciativas? ¿Cómo evitar que una conmemoración se limite a perpetuar infinitamente el mismo grito de dolor, sin lograr construir el futuro?
Il Globo se lo preguntó a Jonathan Karszenbaum, director del Museo del Holocausto de la Ciudad de Buenos Aires, donde el 27 de enero se realizó la ceremonia oficial de la comunidad judía, con la participación del presidente Javier Milei y otros políticos y representantes institucionales.
“En estas celebraciones siempre debe haber una vocación pedagógica –dice–. Como nos enseñaron los sobrevivientes, recordar debe servir para aprender, para que los jóvenes conozcan la historia, sepan cómo y por qué ocurrió el genocidio y decidan comportarse de manera diferente”.
Ampliando el círculo a todas las personas estigmatizadas, marginadas, víctimas de discursos de odio. “Nuestro objetivo debe ser estimular la solidaridad hacia quienes son perseguidos”, agrega.
Karszenbaum no está de acuerdo con las afirmaciones de la senadora vitalicia italiana Liliana Segre, que dijo que, cuando muera el último sobreviviente, nadie volverá a hablar de la Shoah.
“Nosotros, que representamos las generaciones posteriores, recogimos los testimonios de los sobrevivientes –dice Karszenbaum–. Queremos debatir, educar a los jóvenes, crear museos y programas pedagógicos para formar las conciencias”.
Son fuertes las preocupaciones por el crecimiento de los partidos de ultraderecha en Alemania. “En casi todo el mundo occidental está creciendo el antisemitismo –continúa–. Basta ver cuánta poca solidaridad internacional hemos recibido por los rehenes que cayeron en manos de Hamas desde el 7 de octubre de 2023”.
Sobre el caso Elon Musk, en cambio, prefiere no opinar. “Son gestos que no contribuyen al debate –dice–. Pero cada uno tiene la libertad de expresarse como quiere. El escándalo queda confinado a las redes sociales. Nosotros como museo nos concentramos en tareas educativas, en la ocasión que ofrece este aniversario para dar a conocer nuestro trabajo. Soy nieto de sobrevivientes. Se lo debo a mis abuelos, a la parte de mi familia que no se salvó, a las familias de todas las víctimas”.
La memoria, sin embargo, no es patrimonio exclusivo de un grupo. Se puede estar cerca del sufrimiento vivido por los judíos incluso sin ser uno de ellos.
De esto sabe algo Alejandro Parisi, escritor argentino de origen siciliano, autor de una trilogía dedicada a tres mujeres sobrevivientes de la Shoah, que luego emigraron a Argentina, y que le confiaron sus recuerdos para que los transformara en novelas (El ghetto de las ocho puertas, La niña y su doble, y Hanka 753, todos publicados por Sudamericana).
“En 2015 tuve el privilegio de entrevistar, durante un año, a Hanka Gzmot, sobreviviente de Auschwitz –recuerda–. Del campo de concentración recordaba el frío, el hambre, pero sobre todo un detalle: ‘Nos convirtieron en animales, nos quitaron toda traza de humanidad’. En una época en la que el avance de la derecha vuelve a perseguir a los homosexuales, los migrantes y todas las minorías, el testimonio de los sobrevivientes debe ser una bandera que se alza contra toda discriminación, contra todo tipo de persecución. El silencio nos convierte en cómplices, pero las voces del pasado están allí, gritando que esto nunca más suceda”.