BUENOS AIRES – Cada 14 de mayo, la Argentina homenajea a una figura que cambió para siempre la forma de entender la dirigencia deportiva. Ese día se celebra el Día del Dirigente Deportivo en memoria de José Amalfitani, histórico presidente del Club Atlético Vélez Sarsfield, fallecido en esta fecha en 1969.
Conocido por todos como “Pepe” o “el tano”, Amalfitani es considerado el dirigente deportivo por excelencia: apasionado, honesto, visionario y profundamente identificado con el destino de su club.
Hijo de inmigrantes calabreses, nació en Buenos Aires en 1894 y desde joven mostró una gran pasión por el fútbol.
Si bien nunca se pudo confirmar en registros oficiales la llegada a Argentina de sus padres, Luis Amalfitani y Fortunata Graziadio –José incluso viajó a Italia buscando reconstruir sus raíces–, se sabe con certeza que ambos eran originarios de Calabria y que su madre nació en la ciudad de Cosenza.
Se sumó a Vélez Sarsfield en 1913, apenas tres años después de su fundación, y enseguida se destacó por su empuje y compromiso. Participó en la construcción de las primeras tribunas de madera del estadio, en la creación de la revista oficial del club y en muchas iniciativas que hicieron crecer rápidamente a la institución.
En 1923 asumió como presidente del club y, bajo su conducción, Vélez dio pasos enormes: fue el primero en tener tribunas techadas, en instalar iluminación artificial para poder jugar de noche, y también el primero en contratar un técnico profesional.
Sin embargo, tuvo que dejar momentáneamente el cargo por motivos familiares y laborales, aunque nunca se alejó del club. En las décadas del ’30 y ’40, Vélez vivió momentos muy difíciles, con el descenso y una propuesta de fusión con otro club.
En ese momento clave, Amalfitani volvió a escena. En una asamblea, con apenas dos frases, cambió el destino del club: “Si me llamaron es para salvarlo, no para matarlo” y “El Club Vélez Sarsfield no va a morir. Yo levanto la bandera. Que me sigan los que quieran trabajar para salvarlo”.
Comenzó, de ese modo, una nueva era.
Pepe llegó a hipotecar su casa para cubrir las deudas del club, y lideró personalmente la mudanza a Liniers, comprando terrenos baratos, inundables, que fueron saneados en tiempo récord.
El nuevo estadio se inauguró el 11 de abril de 1943, y una semana después Vélez volvió a Primera División. Desde entonces, el club no paró de crecer. Bajo su gestión se construyeron tribunas de cemento, la primera pileta olímpica de América Latina, y se sumaron muchas disciplinas como básquet, vóley, boxeo, hockey, esgrima, patín y ajedrez. Amalfitani tenía una regla de oro: cumplir siempre con el pago de sueldos y compromisos asumidos.
Incluso bajo presión, defendía la identidad del club con firmeza. Cuando los hinchas empezaban a reclamar resultados, él respondía sin vueltas: “¿Quieren ganar campeonatos? Háganse de River o de Boca”. Pero en el fondo, deseaba con todo ver a Vélez campeón, aunque sin sacrificar los valores de la institución.
Para Amalfitani, el verdadero éxito no estaba en las copas, sino en la solidez social del club. Prefería invertir cada peso en infraestructura, en sumar actividades deportivas y en el bienestar de los socios. No creía en los milagros, sino en los proyectos duraderos. Solía decir: “Cada pibe que en vez de estar en la calle pasa su tiempo en el club, vale más que un trofeo”.
Y en 1968, ese deseo se cumplió. Tras una temporada emocionante, Vélez ganó el Torneo Nacional al vencer 4 a 2 a Racing. El equipo era dirigido por Manuel Giúdice y entre sus figuras estaba un joven Carlos Bianchi.
Ese día, cuando los jugadores pidieron un premio económico antes de la final, Amalfitani se mantuvo firme: “Que jueguen los suplentes”, respondió. Nadie dijo nada. Los titulares salieron a la cancha y ganaron.
José Amalfitani falleció el 14 de mayo de 1969. Dejó un legado enorme. Su nombre vive hoy en el estadio de Vélez Sarsfield, uno de los más importantes del fútbol argentino, y su ejemplo sigue inspirando a generaciones de dirigentes deportivos.
Hoy, el Club Atlético Vélez Sarsfield lo recuerda “con su camisa blanca, la corbata, los anteojos caídos sobre la nariz, el gesto severo y la sonrisa final”.
“¡Salud, Pepe Amalfitani! Por tu ejemplo como dirigente deportivo, por tu imaginación, por tu tozudez, por tu franqueza, por tu sabiduría cotidiana”, expresó con orgullo la dirigencia actual del club en su mensaje oficial.